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SOS
Continúan desastres “naturales”, avanzan hacia el centro del país y de la médula osea.
Toluca México a 20 de diciembre de 2005
Un blog polvoso, una identidad agonizante, una vida muy suya y poco mía, son las ruinas del terremoto que arrasó con lo que hasta ahora parecía un amor pleno, el pasado jueves 15 de diciembre del apocalíptico año 2005 que afortunadamente termina. El panorama es desolador, una catástrofe de este tipo es peor aún en invierno a 2 grados bajo cero y bajando. Nada te calienta. Las calles de la ciudad se observan grises, piedras sobre piedras es lo que conforma la superficie por la que apenas se puede caminar.
Enterrados quedaron los días de esplendor, nada queda mas que recuerdos, fotografías mentales borrosas, perecederas. Ni llorar se puede. El viento congela las lágrimas, las convierte en navajas que cortan el cuerpo y lo llenan de llagas. Hay que moverse, para que los pájaros de rapiña no te devoren vivo. El mal olor de cuerpos en descomposición emerge y se apodera de las calles. Huele a besos rancios, a palabras enmohecidas, a caricias de piedra volcánica, a cansancio, a sudor azufroso. Rostros atónitos recorren el lugar, rostros afligidos de dientes apretados y cejas fruncidas, rostros de dolor contenido, de gritos mudos, tragando saliva y lágrimas reprimidas.
Voluntarios en todos lados blasfeman contra el Dios causante de tantos daños. En mi opinión, antes de pensar en un Dios malvado, demoniaco y culpable de todo, cabe la posibilidad de que se trate de un castigo bien merecido, un ajuste karmático, un equilibrio universal en gestación. Las hojas de los árboles no caen, eso es en otoño, en este invierno los árboles son los caídos. Hay fantasmas en lo que antes eran calles, son las almas de momentos fallecidos, deambulan por ahí sin saber que están muertos.
Exhorto al pueblo mexicano, para que con su solidaridad envíe cobijas a mi hogar, mucho chocolate, helado de fresa y palomitas de maíz, palabras de aliento como un “yo si te quiero” y un par de “no eres fea, ni por fuera ni por dentro”, si es posible un par de brazos, y un pecho donde recostar mi cabeza y esconder mi cara por un rato, unas 3 cajas de kleenex solo por si acaso; pa´ las lágrimas o la sangre, es urgente también un desinfectante de heridas, somníferos no harán falta, tampoco antidepresivos, es suficiente con recomendaciones de canciones tranquilas e invitaciones para ver las salidas y las puestas de sol.
Q
Continúan desastres “naturales”, avanzan hacia el centro del país y de la médula osea.
Toluca México a 20 de diciembre de 2005
Un blog polvoso, una identidad agonizante, una vida muy suya y poco mía, son las ruinas del terremoto que arrasó con lo que hasta ahora parecía un amor pleno, el pasado jueves 15 de diciembre del apocalíptico año 2005 que afortunadamente termina. El panorama es desolador, una catástrofe de este tipo es peor aún en invierno a 2 grados bajo cero y bajando. Nada te calienta. Las calles de la ciudad se observan grises, piedras sobre piedras es lo que conforma la superficie por la que apenas se puede caminar.
Enterrados quedaron los días de esplendor, nada queda mas que recuerdos, fotografías mentales borrosas, perecederas. Ni llorar se puede. El viento congela las lágrimas, las convierte en navajas que cortan el cuerpo y lo llenan de llagas. Hay que moverse, para que los pájaros de rapiña no te devoren vivo. El mal olor de cuerpos en descomposición emerge y se apodera de las calles. Huele a besos rancios, a palabras enmohecidas, a caricias de piedra volcánica, a cansancio, a sudor azufroso. Rostros atónitos recorren el lugar, rostros afligidos de dientes apretados y cejas fruncidas, rostros de dolor contenido, de gritos mudos, tragando saliva y lágrimas reprimidas.
Voluntarios en todos lados blasfeman contra el Dios causante de tantos daños. En mi opinión, antes de pensar en un Dios malvado, demoniaco y culpable de todo, cabe la posibilidad de que se trate de un castigo bien merecido, un ajuste karmático, un equilibrio universal en gestación. Las hojas de los árboles no caen, eso es en otoño, en este invierno los árboles son los caídos. Hay fantasmas en lo que antes eran calles, son las almas de momentos fallecidos, deambulan por ahí sin saber que están muertos.
Exhorto al pueblo mexicano, para que con su solidaridad envíe cobijas a mi hogar, mucho chocolate, helado de fresa y palomitas de maíz, palabras de aliento como un “yo si te quiero” y un par de “no eres fea, ni por fuera ni por dentro”, si es posible un par de brazos, y un pecho donde recostar mi cabeza y esconder mi cara por un rato, unas 3 cajas de kleenex solo por si acaso; pa´ las lágrimas o la sangre, es urgente también un desinfectante de heridas, somníferos no harán falta, tampoco antidepresivos, es suficiente con recomendaciones de canciones tranquilas e invitaciones para ver las salidas y las puestas de sol.
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