domingo, abril 16, 2006

B U E N O S A I R E S

Hoy iba caminando por Buenos Aires, la capital de Argentina. Vine solo por que Buenos Aires está de moda, creo. Me gustó el aire, no distinto a ninguna otra ciudad del mundo. Ese aire citadino inconfundible, de olores mezclados, de viento que corre entre los laberintos de los edificios sin poder escapar. El mismo aire que desesperado choca con tu cuerpo y con tu cara y te mueve un brazo y te despeina el flequillo, te mira de rápido y sigue corriendo asustado, apresurado, enjaulado.

La gente en México, en la ciudad, es como el viento, te miran de rápido; cuando lo hacen, y se van. Aquí en Buenos Aires, la gente no es diferente a la de otras ciudades, tampoco miran mucho, pero te miran, no como en París. Hoy miré a tres personas y a un árbol deshojándose junto a una banca casi al llegar a una esquina. Hojas semi secas flotaban al ras del suelo. A la deriva, caminaba con la emoción contenida y el pecho hormigueante consecuencia de caminar las calles de alguna ciudad por primera vez.

Observé a una mujer venir hacia mí. Joven, vestida en ocres, de piernas cortas y grandes caderas de buena hembra. Me gustó su pelo libre, de peinado simple y color polvoso, su piel de un tono y sus ojos impalpables. Mi lado masculino quiso morderla para robar un poco de sí misma. Cuando pasó, mi lado lésbico quiso voltear a ver la seguridad que le daban sus caderas deformes, de extrañas chaparreras moldeadas con mezclilla. Lo iba a hacer pero me jaló la mirada de un hombre.

De unos 26 años a calcular por la facha. De traje negro con rayas grises apenas perceptibles, desaliñado, camisa de fuera, saco desabotonado con corbata roja tan delgada como él; llevada por el aire de un lado a otro. Éste hombre era como un perrito asustado. De pelo miel, ondulado, despeinado y de tez pálida. Caminaba atento al frente, buscando. Así nada más, por accidente o por inercia su mirada rozó los semicírculos que mi blusa; grisácea por el lavado, dejaba entrever, y permitía intuir el volumen de mis senos. Inmediatamente su brazo choco contra mi hombro. Su cuerpo retrocedió un poco. Su mirada fue hacia la mía y la mía hacia la boca de él. Sus labios eran rojos tutsi pop, húmedos rabiosos.

Yo tenía sed. Tome su cara con mis manos, incliné la cabeza, mis labios tocaron los de él. Miré de cerca, sonreí, mordí mis labios, cerré los ojos, lo besé. Estuve en su boca 15 húmedos segundos. La sed se fue, igual que su parca barba se alejó de mi mejilla. Toda su piel blanca corrió tras unas amplias caderas. El vació se llenó con todo Buenos Aires contenido en el viento. Se respiraba un olor a labios de tutsi pop y otro poco de chaparreras graciosas, con un poco de hojas flotantes jugando entre pies, y de unos ojos ancianos, vestidos con harapos y botas lodosas que desde la esquina observaban la escena.

3 Comments:

Blogger Solecin said...

¿Hace falta decir algo después de que se derrumba una barrera?
Yo creo que sí, una sola palabra:
¡Bravo!
TQ.

7:34 p.m.  
Blogger -- drama queen, sexy lady... whatever u wanted to call me said...

así de simple y así de sencillo, una sola palabra... y nada caray!! pinchis mudos ji ji. snif snif

6:07 p.m.  
Blogger -- drama queen, sexy lady... whatever u wanted to call me said...

cual palabra??: bravo???

6:09 p.m.  

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