LA MEDUSA DEL SIGLO XXI
El mundo en el que vivimos, suele ser de definiciones. Nuestra época es llamada postmodernidad, como si fuera la culminación de algo, la modernidad seguramente, lo más alto, lo más grande, lo de después. Tal vez, cabe la posibilidad, pero solo tal vez, de que sea una idea en nuestra mente, sin ningún referente existente en la realidad. ¿Cómo tocar a la postmodernidad? ¿Dónde está? ¿Cuál es su cara?. ¿Qué es la postmodernidad? ¿Quién la inventó? ¿Con qué se come?. Ahora bien, las cosas se complican cuando no solamente se habla de postmodernidad; sino de que es un exceso, se desborda, invade todo y un poco mas. ¿Si es un exceso es más de lo que podemos soportar?
Si partimos de decir que vivimos en un mundo postmoderno, podemos deducir las características de la postmodernidad según las características del mundo actual. Al intentar describir este mundo me doy cuenta de que la postmodernidad es muy grande, lo suficientemente grande como para dar cabida a miles de millones de habitantes, en donde se multiplican las ideas, y se conservan a pesar de que sus creadores perezcan. La postmodernidad es al mismo tiempo pequeña, desde el momento en que para dar la vuelta al mundo ya no son necesarios los ochenta sino solo un par de días, la postmodernidad es pequeña, por que solo toca la luna pero no la habita, y viaja por el universo pero no lo posee.
La postmodernidad se vuelve excesiva en el momento en que se sale fuera de control, en el momento en que es complicado asimilarla, ordenarla, asirla, en el momento en que se hace duro verla a los ojos. Y es que si bien yo me declaro fanática de la época en que me toco vivir, también estoy conciente de que es una época de contradicciones, que en el momento de ofrecernos algo, nos lo ofrece existiendo dos sentidos, uno positivo y uno negativo acerca del mismo punto. Ésta es la razón por la que teóricos que escriben acerca de la postmodernidad como lo es Lipovetski, expongan el sentido negativo, por que es cierto que lo bueno se ve opacado por lo malo.
Ejemplificando lo anterior, si bien es cierto que vivimos en un mundo donde la tecnología está puesta al servicio del hombre para mejorar su calidad de vida, también es cierto que la tecnología no está al alcance de una mayoría, es cierto que la tecnología ha disminuido tiempos de producción, pero ha remplazado también el trabajo del hombre, y ha dejado a muchos sin empleo, es cierto que la tecnología es el resultado de un esfuerzo por mejorar, por ampliar el conocimiento, pero también es cierto que se ha utilizado para ganar guerras y asesinar a inocentes.
Ésta, nuestra postmodernidad, es un mundo de brechas. En donde la brecha entre ricos y pobres es no solo inaudita, también inmensa. Es difícil entender, como una bolsa de mano en Nueva York puede costar la misma cantidad con la que sobrevive una familia entera la mitad del año en Sudamérica, o en países africanos. Sin irnos tan lejos, en nuestro propio país es increíble encontrar lugares en los que la gente vive entre dos montañas, sin carreteras para llegar ahí, sin saber que el mundo de la televisión existe simultáneamente. Basta con recorrer cualquier ciudad en México para encontrar en un radio de diez kilómetros casas de cartón y casas con puertas eléctricas. Así es este mundo, de contrastes.
Postmodernidad puede ser muchas cosas, pero lo más importante es que es realidad. Puede ser criticada, definida como la era hedonista, del individualismo, de la pérdida de valores y de sentido. Sin embargo no deja de ser algo que existe, el resultado de una dinámica social que antes de satanizarla habría que entender y ver que aspectos son los que se rescatan, los avances respecto a otras épocas. Como lo mencionaba al principio del texto, cada punto a tocar, si bien tiene un sentido positivo, también puede ser atacado desde otra perspectiva y tener un punto negativo, a pesar de esto me considero optimista, al afirmar que es una buena época. Contrario a lo que pudiera pensarse en un mundo tan competente que avanza tan rápido, afortunadamente quedan muchas cosas por hacer, por mejorar.
Postmodernidad es también un mundo de extremos. Las emociones caben aquí. Catalogada de hedonista, la época postmoderna, tiene también un lado positivo, la apuesta por sentir. Un sentir intenso como respuesta para sobrevivir a la masificación, a la homogeneidad, es un grito, un reclamo, es la defensa de las singularidades. Hay que sentir en exceso, hay que ser egoísta, para defender nuestra individualidad en crisis, para no perder el sentido de nuestra propia vida. Postmodernidad, es velocidad, pero es intensidad también. El mundo gira tan rápido, que si no podemos detenerlo, no nos queda de otra que disfrutarlo. Disfrutar el cambio, recordar sin aferrarnos al pasado.
La postmodernidad ha llegado y nos rebasa, por eso es excesiva. No es únicamente hablar de la vida ajetreada de las ciudades, incluye las brechas, las desigualdades, la pobreza, los pueblos incomunicados en pleno siglo XXI, la integran los movimientos religiosos, el arte mismo, la literatura, las distintas formas de expresión, los medios masivos. La postmodernidad es libertad pero hay que saber ejercerla, exigirla. Es crísis, es caótica, pero por la misma razón, nos exige el tiempo de detenernos a pensar en ella, para reflexionar, para dudar, para sublevarnos, para esforzarnos por mantenernos a flote en este día a día que nos puede comer. No es globalización, no son las masas, es también enaltecer al individuo. Las postmodernidad es la realidad, la medusa que te petrifica, que da miedo mirar a los ojos, pero que sin embargo es necesario para tomar las riendas de lo único que poseemos, la propia vida.
-- qk